Robledo de Corpes

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En el Cantar del Mio Cid aparece en repetidas ocasiones: "Estos tan infames tratos, no nos los deis a las dos. Si aquí somos maltratadas, la vileza es para vos. Bien en juicio o en Cortes responderéis de esta acción." Robledo de Corpes es un pueblo situado dentro de la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza. El Cid Campeador estuvo allí debido a La Afrenta de Corpes donde cuenta la historia de: Éste episodio, uno de los más conocidos del Poema del Cid, ocupa, en realidad, la tercera y última parte bajo el nombre genérico de Cantar de la Afrenta de Corpes. Casadas las hijas del Cid, doña Elvira y doña Sol, con los Infantes de Carrión, don Diego y don Fernando, el episodio comienza cuando en la corte valenciana del Cid se escapa un león, y los Infantes dan prueba de su cobardía escondiéndose. El Cid reduce a la fiera y la pone a buen recaudo, mientras los Infantes se convierten en el centro de las burlas de la corte. Poco después el Cid se enfrenta al ejército del rey Búcar, llegado de Marruecos, y de nuevo los Infantes dan muestra de su cobardía, por lo que deciden regresar a sus señoríos de Carrión, cerca de Burgos, y que les acompañen sus esposas. Mientras, traman venganza. Pero el Cid, que se fía poco de sus yernos, envía con el cortejo a su sobrino Félix Muñoz. Durante el viaje, en el llamado Robledo de Corpes, los Infantes ordenan a todo el séquito que se adelante, quedándose a solas con sus esposas a las que desnudan, atan a un árbol y azotan hasta dejarlas por muertas. Pero inquieto, Félix Muñoz se separa del séquito, se esconde y ve pasar solos a los Infantes, por lo que regresa y encuentra a sus primas medio muertas. Las reanima, las monta en su caballo, y antes de que caiga la noche consigue ponerlas a salvo conduciéndolas hasta la localidad de San Esteban de Gormaz, donde se las acoge y se curan sus heridas. El viajero que entre en Robledo de Corpes enseguida comprende que se halla en una tierra muy distinta a la de la vecina Atienza. La progresiva ascensión ha modificado completamente el paisaje y la arquitectura. Estas tierras altas son pobres y duras, y dicen mucho del temperamento y constancia de sus habitantes. Los robles y pinos dejan paso a la vegetación de brezo, jara y tomillo. Las terrazas de repoblación explican por sí mismas al viajero perspicaz la dificultad del pino para crecer de modo natural en sus laderas. El pueblo constituye, en sí mismo, una explicación de su entorno natural, y es aquí donde reside su verdadero interés: situado en la ladera del Pico del Otero, predominan las construcciones de pizarra característicos de los pueblos de la Arquitectura Negra: las láminas de pizarra han sustituido a la cantería y teja árabe del valle. Algunas de estas casas poseen un alto interés etnográfico, y salpican irregularmente el pueblo junto a las casas de moderna construcción. La iglesia de San Gil Abad, construida en pizarra, es de origen románico. Este paisaje agreste de inviernos largos y cerrados, situado entre la sierras del Alto Rey y de los Lobos, ha dado lugar a numerosas historias y leyendas, la de la Afrenta de Corpes y sus diversas variaciones, que incorporan a un pastor alanceado y socorrido por Álvar Fáñez, o las más inquietantes y atractivas, relacionadas con los lobos, afortunadamente recogidas por José Antonio Alonso Ramos, y que remiten al pasado no tan lejano de esta localidad, y a sus ya inexistentes rebaños de cabras amenazados con asiduidad por los lobos, también desaparecidos junto al ganado y parte de su robledal.